Doctor cuenta todo lo que sabemos hoy sobre cómo aprendemos.





Una de las áreas de la ciencia que más ha avanzado en las últimas décadas es el estudio del cerebro. Bajo el nombre de Neurociencia y ayudándose de tecnología de última generación, los investigadores han hecho descubrimientos increíbles sobre cómo funciona esa máquina donde reside, de un modo tan extraño, esto que somos, esto que escribe aquí y que lee allí, al otro lado de la pantalla.

Ahora tienen claro, por ejemplo, que, a pesar de que nuestros cerebros poseen las mismas estructuras, las conexiones que las cruzan hacen recorridos únicos. Los especialistas llaman a esas conexiones “el alambrado cerebral” y hoy explican su individualidad debido a que el alambrado se modifica con lo que nos toca vivir. Lo que pensamos, estudiamos, vemos y hacemos, cambia físicamente nuestro cerebro. Es decir, cuando entendemos algo, es porque hemos cambiado físicamente.

Esta semana se realizó en la facultad de Medicina de la Universidad de Chile un seminario - simposio sobre Neurociencia y algunas aplicaciones a la educación. Durante dos días expertos chilenos e internacionales ahondaron en cómo usar estos conocimientos de punta en la enseñanza.

En una de las exposiciones más interesantes, la doctora Marcela Bitrán, Phd en Neurobiología, explicó que “la práctica recurrente de una actividad, como por ejemplo tocar el piano, altera la arquitectura del cerebro. Y si la práctica se repite con una frecuencia e intensidad suficiente, los cambios neuronales se hacen permanentes”. Es decir, el aprendizaje de verdad no es memoria y requiere constancia.

En varias de las ponencias se afirmó otra idea interesante: que si bien esta capacidad de cambiar –la llaman plasticidad cerebral- no se pierde nunca, es durante la infancia cuando es más fácil crear nuevas conexiones. “Los niños pueden aprender con mucha facilidad un idioma hasta los 11 ó 12 años. Pueden ser bilingües, trilingües o más cuando son pequeños, porque el sistema nervioso esta abierto y plástico. Lo mismo pasa con la música o la matemática”, sostuvo en su ponencia el destacado investigador Ricardo Maccioni.

Las afirmaciones de los especialistas de la neurociencia dan luces también sobre las verdaderas dimensiones del desastre educativo chileno: cualquier niño, bien estimulado, apoyado, educado, podría ser trilingüe. Las pruebas Simce, sin embargo, muestran que una gran cantidad de ellos ni siquiera se bate bien con el castellano. Y como sus cerebros no han sido estimulados adecuadamente, en el futuro les será más difícil aprender.

Peor aún, numerosos estudios han cuestionado la debilidad formativa de los profesores de básica, lo que nos pone en la paradoja de que los que están a cargo de la etapa más plástica de los cerebros infantiles, son los menos preparados. Un ejemplo es la investigación “Por qué fallamos los chilenos en matemáticas”, de Patricio Felmer y Leonor Varas: “en Chile, los profesores de educación básica difícilmente podrían dominar los contenidos matemáticos y pedagógicos de la matemática que enseñan, pues simplemente no tienen las oportunidades para adquirirlos”, afirman. Cosas similares se han dicho en estos años sobre la enseñanza de las ciencias o del lenguaje.

Esta es una de las contradicciones más graves del sistema educativo y los antecedentes aportados por la neurociencia ponen una alerta. Una mala educación básica no son solo datos que no se aprenden y que luego se podrán aprender; son conexiones que no se hacen, y que a su vez van a dificultar nuevos cambios.

Aquí el doctor Sergio Mora, uno de los organizadores del seminario de la Universidad de Chile, explica algunos conceptos de la neurociencia y de cómo la educación puede servirse de ella.




Una metáfora típica para entender el cerebro es la de la computadora lista para almacenar datos. Pero, por lo que usted dice, es más bien una máquina que se construye a sí misma; que se modifica mientras aprende y que si no aprende, no se modifica.

-Exactamente, eso es lo que llamamos la “plasticidad neuronal”, que es un concepto central hoy: la capacidad de las neuronas de adaptarse a los cambios, físicamente. Es algo muy nuevo. Hasta hace 20 años todo lo que se conocía del funcionamiento del cerebro se debía a estudios hechos a personas que sufrían daños cerebrales. Por ejemplo, si en un accidente alguien se lesionaba una parte del cerebro, se estudiaban los efectos y así se iba construyendo un mapa que relacionaba áreas con funciones. Pero esa forma era una aproximación bastante precaria, porque a veces una parte del cerebro se lesiona pero otra toma la función. Se pensaba, además, que uno nacía con cierto número de neuronas y con esas se moría. Ahora, gracias a las nuevas tecnologías que permiten ver qué zonas se activan frente a determinada situación, sabemos que el cerebro es un órgano capaz de renovarse a sí mismo. Que genera neuronas hasta la edad adulta y que puede cambiar. Eso es lo que llamamos “plasticidad neuronal”.

La plasticidad implica que para que un niño aprenda a sumar tiene que ocurrir un cambio físico en su cerebro, ¿no?

-Sí. Y eso cuesta entenderlo porque uno se pregunta cómo es posible que realizando una actividad que no es física, como leer o calcular, se produzca un cambio físico en el cerebro. Pero eso pasa, las neuronas enriquecen sus conexiones, sus ramificaciones. Se contactan con otras. Y esas mayores conexiones van a permitir luego entender nuevas cosas, lo que a su vez creará nuevas conexiones. Por eso es que los niños que están en ambientes más estimulados crean más conexiones.

De acuerdo a eso, entonces, nadie nace malo para las matemáticas ni bueno para leer. Las capacidades que se desarrollan son más bien las que los adultos estimulan en los niños...

-Claro. Por supuesto hay un componente genético que tiene que ver con la mayor capacidad sensorial que pueda tener una persona, por ejemplo, que tenga más desarrollada su capacidad auditiva. Pero ese es sólo el punto de partida. Porque el cerebro madura tratando de adaptarse al medio, entonces si ha estado en ambientes donde hay estímulos musicales, el cerebro desarrollará su capacidad para percibir y procesas los sonidos. Para que haya aprendizaje tiene que haber nuevas conexiones cerebrales. Es por eso que hay una línea de investigadores que se dedican a la neurociencia de la educación; que entienden que educar es producir un cambio en el cerebro.

Me imagino que la etapa donde el cerebro es más plástico es durante la infancia.

-Claro. Y si recibe estímulos, esta etapa puede hacer que las neuronas tengan más ramificaciones.

¿Qué pasa entonces con la gran cantidad de niños chilenos que, como muestra la prueba Simce, años tras año, llegan a cuarto básico sin saber leer? ¿Qué pasa con ese cerebro que no cambió, con esas células que no se han conectado aún? ¿tiene opciones de cambio?

-Lo que demuestran muchos estudios es que la persona que está acostumbrada a aprender, cuyo cerebro siempre ha estado estimulado, le es más fácil seguir aprendiendo. Si no hay estímulo, las neuronas no se activan, se apagan. Y ese es el problema que se presenta, por ejemplo, cuando un adulto que ha estado mucho tiempo en trabajos rutinarios quiere estudiar algo: cuesta mucho que active sus neuronas para aprender cosas nuevas. Por eso a un adulto que no ha aprendido en largo tiempo le va a costar mucho aprender un segundo idioma. Pero los niños que reciben estímulos antes de los 11 años pueden ser bilingües o trilingües sin problemas. Su cerebro está listo para recibir estímulos. Por eso es también tan importante lo que haga el profesor en la sala. En los cursos superiores, por ejemplo, hay profesores que solo piden memoria y entonces el alumno dice, ‘para que me vaya bien, memorizo’. Y lo que ocurre es que se genera un aprendizaje superficial. El joven recibe la información, la guarda en la parte posterior del cerebro, la usa en la prueba y luego la olvida. Entonces el contexto de aprendizaje hace que el alumno desarrolle estrategias. Si usted mide memoria, solo producirá un aprendizaje superficial, cuando lo que hay que hacer es fomentar un aprendizaje profundo: que el estudiante trate de reflexionar sobre lo que ha aprendido y genere ideas nuevas. Así es como se crean conexiones neuronales.

¿Cómo se fomenta eso?

-Conversando sobre lo aprendido, usándolo más allá de la clase. Muy importante es comparar con conocimientos previos. Para favorecer el aprendizaje hay que basarse en lo que el estudiante ya sabe.

Como usar de ejemplo escenas de película que hayan visto o cosas que le hayan sucedido.

-Exactamente, porque además, en ese caso, se despierta el aspecto emocional, que es muy importante. Porque sin emociones las personas no aprenden. Hay que saber despertar en el estudiante la parte emocional. Eso también se logra usando ejemplos de la vida cotidiana.

1 comentario:

Unknown dijo...

¿ Quien es el autor e este articulo ?