Entrevista a Juan Gaete, director de las orquestas del Villa María, San Ignacio El Bosque y Scuola Italiana.


¿Ha pensado en que su hijo toque música clásica?






Juan Gaete es el director de tres orquestas que en estos días están dando sus conciertos finales: la orquesta del colegio Villa María que se presentó el miércoles de esta semana; la orquesta del San Ignacio El Bosque, que se presenta hoy viernes; y la de la Scuola Italiana, que tocará el 21 de diciembre. En estos tres colegios Juan Gaete hace tocar a unos 250 alumnos con un equipo de 25 profesores donde se mezclan jóvenes estudiantes del Conservatorio con consagrados músicos del Teatro Municipal. La más antigua es la orquesta del Villa María y Juan ha podido comprobar con ella algo que afirman diversas investigaciones: que estudiar un instrumento enseña armonía, goce estético y también, constancia, concentración, trabajo en equipo; y que todas esas exigencias y capacidades redundan en un mejor rendimiento académico (ver recuadro al final de la nota)

Por Juán Andrés Guzmán



-El aprendizaje de la música requiere cosas que nos son fáciles para los niños y niñas: paciencia, constancia, una mezcla de buena disposición y de esfuerzo, ¿cómo trabajan eso en las orquestas?

-Eso es justamente lo más difícil en la primera etapa, porque necesitan aprender cosas básicas de sus respectivos instrumentos y es imposible avanzar si no logran eso. Entonces los tenemos en grupos pequeños, con un profesor tocando solos. Tratamos de apurar un poco esa parte para que podamos tocar juntos, porque cuando está toda la orquesta, las cosas cambian: se sientan frente a un atril y yo llevo mi batuta y quedan fascinados con todo lo que pasa ahí. Entienden el sentido de lo que están haciendo desde otra perspectiva. La experiencia de tocar con otros niños es fantástica para ellos.

-Pero ¿cómo manejan esa primera etapa donde hay que hacer cosas que no son muy divertidas? Se lo pregunto porque pasa también en lenguaje: hay una primera etapa, que no es corta, donde es necesario ganar vocabulario. Y aprender vocabulario no es muy divertido: pero si no se hace, no se puede llegar al momento en que la lectura fluye y de verdad se transforma en un placer. ¿Cómo manejan eso ustedes con la música?

-Bueno, ahí es fundamental la familia, que los motiva y les enseña a ser constantes. Al principio es difícil, porque tocan y el sonido no es muy agradable. Y se equivocan mucho. Hay que tener paciencia y animarlos: decirles, “dale, ya va a sonar bien, dale”. Hay que decirles también que, si se metieron a esto, tienen que terminar el periodo, es parte de su compromiso. Todos tenemos que aprender eso, y la música es un buen lugar para hacerlo: hay que decirle, “no abandones las cosas a la mitad, llega al final, cerremos eso y una vez que lo hayamos cerrado, tomemos la decisión, pero no abandones a la mitad”. Los niños entienden eso. Y cuando se dan una oportunidad, cuando ponen de su parte y se oyen tocar bien, les encanta. Ahí empezamos a aprender otra cosa muy importante con la música, tal vez la más importante, que es el goce estético; que aprendan a disfrutar la música y su belleza.

-En algunos países de Europa la música es un ramo muy importante, al nivel de la historia o el lenguaje. Una de las cosas centrales que se enseña es la apreciación musical; oír música, aprender a disfrutar, vincularla con la historia…


-Claro, piense que los romanos y los griegos antes de enseñar matemáticas, enseñaban música. Les parecía que lo primero que había que entender era la armonía. Y saber escuchar y actuar armónicamente con los otros. Como son cosas lentas de conseguir y que requieren esfuerzo, hoy no se las valora como corresponden.

-¿Qué le parece el nivel de la educación musical en Chile?

-De acuerdo a los programas de educación, una clase de música debería andar por cuatro caminos: expresión instrumental, expresión vocal, expresión corporal y la apreciación musical. Y en esa última área entra todo lo que tiene que ver con audición dirigida y con la historia de la música, que permite vincularla a muchos otros conocimientos. Pero ahí tenemos un problema muy complejo, porque en cada colegio las condiciones y las urgencias son distintas. Y muchas veces los profesores de música nos transformamos en los que preparamos el acto del lunes y no se le da a la asignatura la profundidad ni el valor que tiene que tener. Sin embargo, la música se puede complementar con otras asignaturas como literatura o historia; y hacer que los conocimientos sean más profundos e interesantes. Hay miles de episodios para ejemplificarlo. Por ejemplo, cuando ven la Revolución Francesa y el periodo napoleónico, se puede hablar de la admiración que tuvo Beethoven por Napoleón, al punto de dedicarle la sinfonía Heroica. Claro que luego se arrepintió y rayó tanto el manuscrito que le dejó un agujero…. Con la ópera italiana puedes enseñar historia también. Y política. Por ejemplo, con Giuseppe Verdi, que fue un ícono de la unificación de ese país. En esos años, cuando los italianos decían “Viva Verdi” estaban diciendo Viva “Vittorio Emanuele Re D’ Italia”. Para su ópera Nabucco, Verdi usó las antiguas escrituras y muchos entendían que estaba retratando a los judíos que debían vagar sin patria por el desierto. Pero está hablando también de lo que pasaba en Italia en ese momento; y el famoso “Va pensiero” se transformó en un himno contra la ocupación. Verdi era un músico de protesta.
Como ves, los caminos que puedes recorrer con la música son infinitos; el problema es que en Chile nos falta tiempo; son dos horas de música a la semana. Y falta preparación también.


Juán Gaete con la Orquesta del Villa María, en una de sus presentaciones en el Teatro Oriente.



300 ORQUESTAS



-Entiendo que hoy hay en Chile 300 orquestas donde tocan niños y jóvenes ¿Cómo parte este fenómeno?


-Esta historia parte en los ‘60, con Jorge Peña Hen, un músico de La Serena que estaba convencido de que la música podía ayudar a los niños pobres a tener una mejor vida. Entonces fue a las poblaciones, rescató a niños con aptitudes musicales y les pasó un violín. Creó varias escuelas y éstas, luego, se difundieron por el Norte al alero de la Universidad de Chile. Se crearon, por ejemplo, escuelas de música en Ovalle, Copiapó y Antofagasta. Cuando la Universidad de Chile desapareció de las ciudades del Norte, esta expansión se frenó, pero estas escuelas experimentales se mantuvieron en el tiempo; y hoy día son grandes colegios. Yo estuve en la escuela de música de Copiapó. Hoy estudian ahí mil alumnos y es un liceo de música que tiene 3 orquestas; dos bandas; un coro que ha ganado concursos por todos lados. En Ovalle y Antofagasta ocurre lo mismo. Estas escuelas fueron escuelas de un montón de músicos. En los 80’ el trabajo de Jorge Peña fue retomado con mucha fuerza por el maestro Fernando Rosas, al alero de la Fundación Beethoven. Entonces empieza el auge de las Orquestas Juveniles que se vio favorecido también por los chinos.

-¿Cómo los chinos?


-Es que ellos bajaron el valor de los instrumentos en forma increíble. En 2002, gastamos en el Villa María, para 50, 60 alumnas, 13 ó 14 millones de pesos. Hoy, con esa misma cantidad, se puede armar una orquesta para 150 niños. Un violín que costaba 90 ó 100 mil pesos acá en Santiago, ahora lo importas por 28 mil pesos. Hoy hay 300 orquesta en Chile y están ubicadas siguiendo la idea de Peña Hen: en sectores más carenciados.

-Hay una en Curanilahue donde se ha mostrado, con estudios, que la música ayuda mucho a los niños a tener mejor rendimiento académico.


-Esa es una orquesta famosa y fue, durante mucho tiempo, la principal agrupación que tuvo, fuera de Santiago, la Fundación de Orquestas Juveniles. De esa orquesta han salido chiquillos que han ganado becas para estudiar en Europa y que trabajan afuera. Ha sido un semillero importante. Eso me hace pensar muy esperanzadamente sobre la solidez de este movimiento de orquestas: se ha ido asentando en la cultura, en la idiosincrasia, ha mostrado sus beneficios. Pienso que esta es una cuestión que ya no tiene vuelta atrás, independiente de quien gobierne.

-¿Cree que las familias hoy logran valorar el que sus hijos aprendan un instrumento?

Por supuesto. Las Orquestas Juveniles juegan un rol importante, porque actúan en sectores donde está la droga y el alcoholismo, donde hay familias que no ven una salida y de repente se encuentran con que su niño tiene un violín en las manos. Si ese niño es talentoso y estudioso, existe un sistema que lo va ayudar; se le da una beca mensual en dinero y luego, si se esfuerza, puede hacer una carrera y terminar estudiando afuera.

-¿Qué beneficios tiene estudiar música para niños de otros sectores económicos, como los de sus tres orquestas?

-Muchas cosas: por ejemplo aprenden a trabajar en equipo, a gozar con la belleza musical. Y cosas de mediano plazo, que tienen que ver con los efectos de la disciplina y la constancia en el rendimiento académico. Siempre ha sido así. A los niños que estudian música suele irles mejor en sus estudios. Nosotros lo vemos con niñas del Villa María, que empezaron en tercero básico y están saliendo de cuarto medio. Llevan 8 años y son excelentes alumnas. Porque la práctica de un instrumento enseña a tener método, desarrolla la disciplina y eso se puede aplicar a muchas otras cosas. Y pasa también que cuando egresan no dejan de tocar, incorporan la música a su vida.
Más allá de eso, la música hace que los chilenos seamos más cultos y eso ya es harto. A mí me da pena, por ejemplo, cuando entrevistan gente en la calle y no es capaz de expresarse, de decir qué le pasa. Nos falta mucha cultura, muchas oportunidades. Y en eso la música es importantísima. Pienso que los países desarrollados, al menos los europeos, le deben buena parte de lo que son a que le dieron espacio a la música. En los siglos XVI, XVII, XVIII Europa estaba plagada de orquestas y de músicos y de transmisión de la armonía. Yo creo que eso afecta. Me gusta pensar que estas orquestas harán que Chile, en algún momento, tenga muchos jóvenes formados en la música, en el trabajo en equipo y en la armonía.

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LA IMPORTANCIA DE LA FORMACIÓN MUSICAL EN
EL RENDIMIENTO ACADÉMICO




Pablo Egaña, economista de la Universidad de Chile, analizó el impacto de participar en una orquesta en relación al desempeño escolar. En julio de 2008 publicó la investigación “Relevancia e Impacto de las Actividades Artísticas sobre los Resultados Escolares: el Caso de la Orquesta de Curanilahue”. Allí buscó desentrañar la relación que hay entre formación musical (estudiar un instrumento, ser parte de una orquesta) y resultados académicos.

Egaña compara los resultados de las pruebas Simce y PSU entre estudiantes que participaron y no participaron en la orquesta. Además examina lo que ha ocurrido con los participantes de la orquesta, en relación a sus compañeros del grupo de control: cuántos de ellos ingresan a la universidad y alcanzan las metas que se han propuesto; cuántos quedan en la carrera a la que postularon. El investigador concluye: “los participantes de la orquesta exhiben logros positivos y robustos en relación a sus controles, tanto en los puntajes de las pruebas de selección para el ingreso a la universidad, como en la persecución de objetivos personales y desarrollo de capacidades para enfrentar la educación superior”.

Los beneficios son infinitos. En notas, en actitud pero, sobre todo, en las posibilidades que la música les abre. Egaña cita evidencia internacional sobre el tema. Por ejemplo la investigación “The Impact of the Arts on Learning" (“El impacto del arte en el aprendizaje”) de Edward Fiske, quien realiza una cuantiosa compilación de estudios relevantes para luego concluir: “los escolares que tienen una educación artística más intensiva muestran mejores niveles de originalidad, creatividad, fluidez, resistencia a la frustración, así como también mayor capacidad para expresar ideas, imaginar nuevas cosas y tomar riesgos al aprender”.

Fiske se hace la siguiente pregunta ¿por qué el arte cambia la dinámica de aprendizaje? Esta es su respuesta: “contrario a las disciplinas que aumentan el conocimiento en una dirección, el arte desarrolla habilidades cognitivas, sociales y personales”.

Por último, el estudio de Egaña llama la atención sobre un tema central: las familias de los chicos que participan en la orquesta. En general, se trata de familias que tienen buenas expectativas sobre sus hijos, y confían en los efectos positivos que tendrá la orquesta en su formación. Este tema se vuelve clave, pues se produce un círculo virtuoso: el interés de la familia despierta necesariamente una mejor disposición de los niños hacia la música, lo que a su vez deriva en buenos resultados.

1 comentario:

Carmen Raco dijo...

Necesito Saber si el profesor de música Juan Gaete, es el profesor que tanto extraña nuestra generación en el pueblo de Catemu, V región. Si se trata de él por favor contactar a Paola Berríos Alvarado (profesora de música) al 99 40 94 12. Gracias