Christian Sánchez, académico PUC:




“¿No será que la carrera de Pedagogía ha servido para inflar nuestra tan celebrada expansión de la educación universitaria?”


Uno de los grande motivos de orgullo que hemos tenido los chilenos en esta década es el hecho de que muchas familias consiguieran que un hijo o hija llegara a la universidad. El ex presidente Lagos ilustraba ese fenómeno con una cifra contundente: el 70 por ciento de los que hoy están en la educación superior son la primera generación que logra estar ahí.



En estos años, sin embargo, han ido apareciendo cifras que moderan el entusiasmo en este tema. Está, por ejemplo, el alto nivel de deserción de los universitarios, que en algunas casas de estudio ha llegado al 40 por ciento. El fenómeno se atribuye en parte a problemas económicos, pero también a la mala base que traen los alumnos y que les impide sobrellevar el ritmo académico. Esto último ha llevado a algunas universidades a bajar la exigencia de sus cursos, haciéndolos aptos para estos nuevos estudiantes. La decisión, por supuesto, tiene un costo, que hasta ahora se ha podido medir sólo en las carreras de pedagogía: el bajo nivel de preparación que tienen los que logran egresar. La Prueba Inicia, que mide conocimientos básicos entre los profesores recién egresados, muestra que alrededor del 50 por ciento de quienes la rinden están mal preparados para hacer clases (y someterse a esta evaluación es voluntario).

Christian Sánchez, académico de la Universidad Católica, está investigando cómo ha sido la formación de los docentes en estos últimos 20 años. Se ha centrado en dos universidades pero ha ido recopilando mucha información de contexto bien sorprendente. Por lo pronto, explica que, en 2007, cuando hubo 30 mil egresados universitarios en Chile, 5 mil de ellos lo hicieron de Pedagogía. Ese volumen, y la cuestionable calidad de los egresados, lo hace plantearse si “¿no será que la carrera de Pedagogía Básica ha servido para inflar nuestra tan celebrada expansión de la educación universitaria?”

La inquietud de Sánchez pone el dedo en una zona muy dolorosa, pues en la meta de conseguir educación superior, miles de familias han puesto años de esfuerzo y sacrificio. Los datos parecen indicar que lo que han obtenido a cambio no es un hijo universitario como el que querían, sino un hijo que tiene un cartón de universitario, pero que no ha accedido a los conocimientos que debería tener alguien que pasó por la educación superior.

-El aumento de estudiantes universitario se festeja como un gran éxito, pero en el campo de la Educación Básica se ve con recelo.


-Lo que pasa es que el aumento ha sido brutal. En 1996 Educación Básica era una carrera con 3 mil alumnos, pero el 2008 tenía más de 20 mil. La explosión se produce hacia el año 2000. Entonces, claro, siempre hemos celebrado que se amplíe la cobertura de la educación universitaria, pero cuando uno mira que en 2007 salieron 30 mil personas de alguna universidad en Chile y de ellas 5 mil estudiaban Educación Básica, bueno, uno empieza a pensar que esta es una carrera que está alimentando la expansión que se comenta tanto.

-¿Qué explica la explosión de profesores?

-Lo que sabemos es que por una parte los alumnos del sistema escolar están decreciendo y la cantidad de profesores se ha mantenido estable. Por ahí no hay entonces ninguna explicación para lo que ha pasado. Yo diría que se cruzan un montón de variables, pero me parece que un tema central es que el sistema universitario chileno es uno de los más privatizados del mundo. Tenemos muchas instituciones privadas pero además, las que supuestamente son públicas, tienen que financiarse en un 60 u 80 por ciento, por lo tanto están privatizadas de manera encubierta. Bueno, eso permite que cada universidad abra las carreras que quiera, donde quiera, cuando quiera y con el tipo de alumnos que quiera. Y lo que tenemos como resultado es esta enorme cantidad de egresados que no guarda relación con las necesidades del sistema educativo. Yo me pregunto si no estará ocurriendo lo mismo en otras carreras, si no tendremos ya muchos más abogados de los que se necesitan, y si no habrá ya universitarios manejando taxis. Mi impresión es que está pasando aquí lo mismo que ocurrió cuando masificamos la enseñanza media.


“Hace 40 años quienes completaban la Educación Media, tenían acceso a un montón de oportunidades laborales. Hoy, solo con cuarto medio no haces nada. Yo creo que va a pasar un poco lo mismo con la educación universitaria.”


-¿Cómo es eso?

-Me refiero a lo siguiente: hace 40 años teníamos una cobertura muy baja en el nivel de Enseñanza Media. Quienes la completaban, sin embargo, tenían acceso a un montón de oportunidades laborales y ella daba cierta validez dentro de la sociedad. Hoy, solo con cuarto medio no haces nada. Así, uno puede entender el movimiento de los Pingüinos como un reclamo de que la enseñanza media les diera una validación que ya no da. Bueno, yo creo que va a pasar un poco lo mismo con la educación universitaria.

-¿Va a perder el valor social que se le otorga hoy?

-Claro. Cuando uno conversa con alumnos de esos programas de formación rápida que han sido tan cuestionados…

-Los programas Marmicoc.

-Sí, bueno, esos alumnos se sienten tan universitarios como alguien que estudió en la Chile o en la de Concepción, lo cual es muy inocente, si uno lo piensa en términos analíticos, porque no da lo mismo dónde se estudia. En Chile se están formando distintos tipos de universitarios. Y la apuesta que hemos hecho como país para elegir al mejor universitario es que el mercado actúe después de que la gente terminó la carrera. Y así pasa que se terminan creando universidades, instituciones donde se educan los que tienen menos habilidades para discernir sobre la calidad académica. O sea, yo no sé cuántos hijos de la elite chilena estén estudiando en la Universidad Las Américas en el programa “Executive”. Es un fenómeno bien complejo a largo plazo.

-Parece entonces, que tenemos que arreglar esa frase que nos enorgullecía tanto: el 70 por ciento de los jóvenes que hoy están en la universidad son el primer universitario de su familia… pero no es el universitario que usted cree.


-Sí, estamos masificando una universidad que no es la universidad de antes.

-Sin embargo, ¿no es bueno democratizar la universidad?


-El problema es que estamos democratizando solo nominalmente algo, pero si uno mira cómo se distribuye socialmente el conocimiento en Chile, queda claro que no es conocimiento lo que estamos democratizando. Un dato: si uno mira los proyectos Fondecyt aprobados, el 80 por ciento se lo llevan 4 ó 5 universidades que hacen investigación. Pero si miras dónde estudia la mayor cantidad de gente, ahí no hay investigación, son universidades de formación de pregrado y de postgrado express, de magister los sábados…


“Me pregunto si no estará ocurriendo lo mismo en otras carreras, si no tendremos ya muchos más abogados de los que se necesitan, y si no habrá ya universitarios manejando taxis”


-Hace algún tiempo le pregunté al rector de la Universidad Las Américas por qué en Pedagogía no exigían puntaje de la PSU y respondió que ellos estimaban que ser universitarios era un derecho. Lo que sostenía, en el fondo, era esta idea de democratizar la universidad. ¿Qué te parece eso?

-Pienso que si esa es la convicción, esas universidades debieran ponerse las pilas y ayudar a que sus alumnos adquieran las habilidades que son necesarias para jugar en el mundo universitario. Y uno tendería a pensar que esas universidades, que reciben alumnos con mala base, tendrían que preocuparse de darle las habilidades que sus alumnos no obtuvieron en el colegio. Y la verdad es que eso no es muy común en las universidades privadas. Hay algunas como la Alberto Hurtado que tienen programas dedicados a ello, pero en general no ocurre.

-Decías que el estudiante de los programas de formación especial de Pedagogía se siente de tan buena calidad como el de otras instituciones…


-Sí. Yo hice clases en algunos de esos cursos de formación especial, y te puedo decir que los alumnos, que son gente muy sacrificada, personas que trabajan en la semana y van los sábados a clases, lamentablemente no han desarrollado en su vida escolar las herramientas ni las habilidades de base para entender lo que se les da a entender. A la vez, para esas personas, esos programas son una oportunidad que no pueden desperdiciar. Y tienes tanta o más motivación que los cabros de pre grado.

-Es un desastre dramático. Porque ahora se los responsabiliza a ellos del desastre educativo.

-Sí y la verdad es que creo que los profesores son los menos responsables de lo que estamos viviendo.

-¿Por qué?

-La docencia es una profesión heroica. Yo no sé cuántos profesionales de Chile están 5 para las 8 de la mañana alentando a entrar a una sala, en invierno, con temperaturas cercanas a cero, a que entiendan una ecuación, a 45 cabros que dicen que eso no les va a servir para nada y que el profesor sabe que no les va a servir para nada. Más allá de que el profesor sepa cómo enseñar eso, trabajar en el sistema escolar chileno, sobre todo en los sectores más bajos, es de una intensidad terrible. La gran mayoría de los profesores trabaja así, sin tiempo para preparar sus clases, sin tiempo para leer, y se supone que es una profesión ilustrada. Los profesores son los menos culpables.

-¿Quién es responsable?


-Yo creo que los grandes responsables son los que han tomado las decisiones, en las políticas educativas. Hay algunas que han sido acertadas, por ejemplo las que se impulsaron a principios de los 90 sobre la carrera docente. Pero hay otras cosas que son lamentables, como el financiamiento compartido, que lo aprobó la Concertación entre gallos y medianoche y que hizo al sistema escolar más selectivo aún. Y entonces uno se encuentra con que los niños que viven en las casas más bonitas de la población van a un colegio y los de las casas más feas de la población van a este otro.

Los responsables son los que toman decisiones. Mira, hoy está claro que no necesitamos tantos profesores sino que necesitamos buenos profesores. Para solucionar eso hay ciertas cosas que casi por sentido común se necesitan. Por ejemplo, hacer que todo estudiante de pedagogía pertenezca por lo menos al 20 o 30 por ciento de rendimiento superior de su generación.

-Dicen que si eso fuera así, no habría estudiantes de pedagogía. Porque ese estudiante “Premium” se va a las carreras que rinden.

-Lógicamente, porque la carrera docente no tiene la retribución económica que tienen esas otras carreras. Pero entonces, ¿queremos buenos profes?, ¿queremos de verdad buenos profesores? ¿Queremos de verdad que el sistema escolar iguale resultados sin diferenciar por clase social? Si queremos eso hay que tomar decisiones duras. Por ejemplo, ¿quién se va a atrever a decirle al mundo universitario chileno que nadie con menos de 550 puntos puede estudiar Pedagogía? Eso haría que se cerraran muchas escuelas de pedagogía ¿quién paga ese costo? Por otra parte, si queremos buenos profesores hay que pagarles más. Pero ¿Quién paga el costo de decirle al Colegio de Profesores, mire, estos jóvenes de mejores puntajes van a ganar lo mismo que un abogado en el sistema público y si usted quiere llegar a ese ingreso tiene que acreditar su excelencia con tal y cual proceso? Te fijas que son decisiones de política súper fuerte. Bueno, ahí han fallado quienes tienen la tarea de tomar decisiones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gran lucidez!